La pitaya, también llamada fruta del dragón, se ha convertido en uno de los tesoros gastronómicos más sorprendentes de Tenerife.
Aunque originaria de zonas tropicales del continente americano, ha encontrado en el clima canario un entorno perfecto para crecer y ofrecer un sabor único. Quienes visitan la isla a menudo quedan fascinados por sus colores vivos —rosas, rojos o amarillos— y por su interior salpicado de pequeñas semillas negras. No solo es bonita a la vista: también es riquísima en nutrientes, fresca, ligera y extraordinariamente versátil en la cocina.

La producción de pitaya en Tenerife ha crecido notablemente en los últimos años, gracias sobre todo a los pequeños agricultores locales que han sabido valorarla como producto típico e identitario. Paseando por mercados, fruterías o fincas agrícolas es cada vez más común encontrar diferentes variedades de este fruto, cada una con características ligeramente distintas en dulzor, textura y aroma. La pitaya roja, por ejemplo, tiene un sabor más intenso y una pulpa más suave, mientras que la amarilla es especialmente aromática y sorprendentemente dulce.
Desde el punto de vista nutricional, la pitaya se considera un superalimento: es rica en antioxidantes, vitamina C, fibra y minerales como el calcio y el fósforo. Ayuda a la digestión, hidrata, fortalece el sistema inmunitario y aporta energía sin resultar pesada. No sorprende que muchos deportistas y amantes de la alimentación saludable la incluyan con frecuencia en su dieta. También es perfecta para quienes siguen un estilo de vida vegano o sin gluten, gracias a su naturalidad y sencillez.
Un sabor tropical que conquista y mil formas de disfrutarla
Uno de los motivos por los que la pitaya conquista a todos es su increíble versatilidad. Puedes comerla fresca, simplemente cortada por la mitad y disfrutada con una cucharita, o añadirla a macedonias, smoothie bowls y yogures.

Su textura suave y ligeramente acuosa la hace ideal para preparar batidos refrescantes durante los días calurosos de la isla. Muchos restaurantes de Tenerife también la utilizan para crear postres muy coloridos, sorbetes naturales y cócteles exóticos que huelen a mar y vacaciones.
Pero la pitaya no es solo comida: también representa una experiencia, un recuerdo para llevarse después de visitar Tenerife. Probarla directamente en una finca, quizá recién recogida, es un momento que muchos viajeros describen como auténtico y sorprendente. Es el símbolo de una tierra fértil, creativa y generosa, donde tradición e innovación conviven en perfecta armonía.
Si estás planeando un viaje a Tenerife, asegúrate de buscar la pitaya en los mercados locales o de reservar una visita a las plantaciones. Descubrirás una fruta rara, fresca y especial, que cuenta el alma de la isla mejor que muchas palabras.





