En los últimos meses, España se ha visto sacudida por datos que han generado un intenso debate público: una parte significativa de la juventud del país parece mostrar una sorprendente apertura hacia formas de gobierno autoritarias.
Según una encuesta reciente citada en varios medios internacionales, casi uno de cada cuatro jóvenes españoles considera que, en determinadas circunstancias, un régimen autoritario podría ser preferible a la democracia.

Esta tendencia, aunque minoritaria, inquieta tanto a analistas como a representantes políticos, ya que contrasta con la imagen tradicional de España como una democracia consolidada surgida tras la transición de los años setenta.
Aunque la mayoría de los ciudadanos sigue defendiendo claramente el modelo democrático, la cifra del 23-24% entre jóvenes de la llamada Generación Z revela un malestar social más profundo. Entre los factores señalados por expertos se encuentran la creciente polarización política, el desencanto con las instituciones, la precariedad laboral que afecta de forma desigual a los más jóvenes y un uso intensivo de redes sociales donde circulan discursos simplificados y, en ocasiones, distorsionados.
La combinación de incertidumbre económica, frustración y saturación informativa crea un caldo de cultivo que puede hacer que los modelos autoritarios, presentados como “eficientes” o “resolutivos”, resulten atractivos para algunos.
Un fenómeno que cuestiona la relación entre juventud y democracia
A este fenómeno se une un preocupante déficit de memoria histórica. Varios estudios muestran que muchos jóvenes desconocen episodios fundamentales del siglo XX español: desde la represión franquista hasta la muerte de figuras culturales clave como Federico García Lorca. La falta de conocimiento favorece la aparición de narrativas revisionistas que trivializan el pasado autoritario del país o lo presentan de forma parcial.

Investigadores alertan de que ciertas comunidades digitales están rehabilitando la figura de Franco mediante contenidos que minimizan la represión, destacando solo aspectos que buscan presentarlo como un “líder eficaz”. Esta idealización selectiva, combinada con la falta de contexto histórico, puede influir en la percepción política de nuevas generaciones.
El sondeo refleja además otra tendencia relevante: entre los simpatizantes de partidos de extrema derecha, la valoración de la democracia disminuye aún más, situándose por debajo del 50%. Esto indica que el apoyo a sistemas autoritarios no es un fenómeno aislado, sino que se entrecruza con identidades políticas concretas. Analistas señalan que esta predisposición no implica necesariamente un deseo explícito de dictadura, sino una creciente tolerancia hacia gobiernos fuertes que limiten ciertos derechos en nombre de la estabilidad.
Ante esta situación, diversas voces del ámbito educativo y cultural reclaman reforzar la enseñanza de la historia reciente y promover una reflexión más profunda sobre los valores democráticos. El propio gobierno ha manifestado preocupación por estos datos, recordando que la defensa de la democracia no puede darse por sentada y que requiere un compromiso constante, especialmente entre los jóvenes que serán responsables del futuro político del país.





