Situada en el corazón de La Rioja, Logroño es una de esas ciudades que combinan historia, cultura, gastronomía y hospitalidad en un entorno acogedor.
A menudo eclipsada por destinos más turísticos como Madrid, Barcelona o Sevilla, esta pequeña joya del norte de España ofrece una experiencia auténtica y tranquila para quienes desean conocer el alma de la península.

El casco antiguo, conocido como el Casco Antiguo o la zona de la Laurel, es el epicentro de la vida logroñesa. Sus calles estrechas y adoquinadas están llenas de bares de tapas, donde los aromas de las croquetas, el jamón y los vinos de Rioja envuelven a los visitantes. La famosa Calle del Laurel es el lugar perfecto para practicar el “tapeo”, una tradición que consiste en ir de bar en bar degustando pequeñas raciones acompañadas de vino local. Aquí, el visitante entiende rápidamente por qué Logroño es sinónimo de buena mesa y conversación.
Además de su reconocida gastronomía, la ciudad posee un patrimonio histórico de gran valor. La Concatedral de Santa María de la Redonda, con sus dos torres barrocas gemelas, domina el paisaje urbano y guarda en su interior una pintura atribuida a Miguel Ángel. A pocos pasos, el Puente de Piedra cruza el río Ebro y conecta el centro con el Camino de Santiago, recordando que Logroño ha sido, durante siglos, una parada esencial para los peregrinos.
En los últimos años, la ciudad ha experimentado una notable revitalización cultural. Nuevos espacios de arte contemporáneo, exposiciones y festivales de música han convertido Logroño en un punto de encuentro para jóvenes artistas y viajeros curiosos. Uno de los proyectos más emblemáticos es el Festival Actual, que cada enero reúne música, cine y arte en un ambiente vibrante que contrasta con el clima invernal.
Un destino de cultura, vino y hospitalidad
Pero si hay algo que define a Logroño, más allá de sus monumentos y su gastronomía, es su gente. Los logroñeses destacan por su calidez y su orgullo por la tierra. Siempre dispuestos a recomendar una bodega o a compartir una copa de vino, convierten cada visita en una experiencia personal.

La cercanía a los viñedos de La Rioja permite organizar excursiones para conocer bodegas centenarias o participar en catas. Estas experiencias permiten entender por qué el vino de Rioja es considerado uno de los mejores del mundo: tradición, técnica y pasión se unen en cada copa.
Además, Logroño es una ciudad perfecta para recorrer a pie o en bicicleta. Sus parques, como el Parque del Ebro, y sus amplias avenidas invitan a perderse entre historia y naturaleza. Al atardecer, cuando el sol tiñe de dorado los tejados del casco viejo, el visitante comprende que Logroño no necesita grandes monumentos para enamorar: su encanto reside en la sencillez y la autenticidad.
En definitiva, Logroño es una ciudad que invita a ser redescubierta, una mezcla perfecta de tradición, modernidad y sabor que deja una huella profunda en todo aquel que la visita.





