Hace unos días, Córdoba vivió una noche difícil. La histórica Mezquita-Catedral, ese monumento inmenso que combina siglos de historia islámica y cristiana, sufrió un incendio que me inquietó incluso como visitante ocasional…
El fuego arrancó cerca de las 21:15 en la capilla número 37, una sala que estaba siendo usada como almacén para aparatos de limpieza, incluida una barredora eléctrica. Se sospecha que un cortocircuito provocó el inicio del siniestro.
Desde allí, el fuego avanzó hacia la capilla de la Anunciación, alcanzando la techumbre. Las vigas de madera cedieron bajo el peso del agua utilizada en la extinción, colapsando la cubierta .
El humo también afectó la capilla de San Nicolás de Bari, patrimonio más valioso dentro del conjunto. Afortunadamente, el fuego no llegó a su interior; el daño quedó en suciedad y calor.
Lo sorprendente es que, a pesar de todo, los bomberos respondieron con rapidez. En menos de dos horas controlaron el incendio y evitaron que se extendiera al resto del edificio. El alcalde de Córdoba confirmó que el monumento está a salvo, sin daños estructurales graves.
El deán, Joaquín Alberto Nieva, estimó que la zona dañada supone apenas un 1 % o 2 % del total (entre 25 y 50 m² en un lugar de 13 000–23 000 m²), y destacó la eficacia del protocolo contra incendios y de los simulacros previos.
Ya se activó el Plan Nacional de Gestión del Riesgo y Emergencias en Patrimonio Cultural, coordinado entre el Ministerio de Cultura, la Junta de Andalucía y el ayuntamiento. Se están haciendo informes técnicos y trabajando con la Unesco, que también ofrece apoyo técnico.
Icomos España, el organismo asesor de la Unesco, había advertido en primavera del riesgo de usar zonas del monumento como almacén. Ahora, con el incendio, esas advertencias cobran aún más peso.
La comunidad también ha reaccionado. Expertos y plataformas ciudadanas califican como neglicencia inaceptable que un bien de esta magnitud se haya utilizado como trastero. Se exige mayor supervisión pública y una gestión más transparente.
El escritor Arturo Pérez-Reverte, desde su posición, denunció en redes sociales la alegría de algunos por el siniestro como expresiones de “analfabetismo cultural”.
En medio de la conmoción, la mezquita volvió a abrir en su horario habitual, salvo las visitas nocturnas en las zonas afectadas.
Este episodio nos lleva a preguntar: cómo valoramos y cuidamos nuestros monumentos más simbólicos. ¿Puede un monumento de la humanidad ser también un trastero sin que nos alerte? Tal vez sea hora de replantear quién defiende ese patrimonio, cómo y con qué recursos.
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